Trastorno obsesivo-compulsivo en niños y
adolescentes: una revisión del tratamiento
Según Flores, Palacios,
Rosario y Vera, el trastorno obsesivo -compulsivo (TOC) en niños y adolescentes
es una enfermedad crónica caracterizada por obsesiones y compulsiones con mal
pronóstico, que con frecuencia se detecta meses o años después de su inicio.
El hecho de que se esté
enfocando este trastorno en niños y adolescentes es debido a que los adultos
con TOC reportan que sus síntomas iniciaron durante la niñez; esto según Ulloa
et al. Lo que indica que los trastornos no se dan solamente en una edad
específica, sino que cualquiera los puede padecer.
Lo que si es importante
rescatar, es que este trastorno es mucho más difícil de reconocer en los
niños. Es así como Ulloa et al (2011) lo
afirma:
A diferencia de las características del
trastorno en los adultos, los niños refieren obsesiones con menor frecuencia,
ya sea porque su nivel de desarrollo cognoscitivo no les permite reconocerlas
como ideas absurdas y molestas o porque su contenido les causa temor. (p. 416).
Otro aspecto importante a
tomar en cuenta es de dónde proviene el TOC, según Ulloa et al, el inicio del
TOC ocurre alrededor de los 10 años de edad;
y afirma que en el 64% de los casos hay antecedentes familiares de la
enfermedad y en 15% de los casos el inicio de los síntomas se asocia a un
evento estresante.
Detección
temprana
Un aspecto sumamente fundamental
en cuanto a este tema, es que siempre se considera que los médicos son quienes tienen
la responsabilidad de una detección temprana y oportuna de cualquier
enfermedad. Sin embargo, para trastornos como este, se torna un poco difícil lo
de oportuna y temprana detección. Así lo expone Ulloa et al (2011) en las
siguientes líneas:
A pesar de que ahora se reconoce al TOC
como una enfermedad, la mayoría de los médicos generales, e incluso los
profesionales de salud mental que trabajan en el primer nivel de atención, no
están capacitados para detectarlo y diagnostican erróneamente en los pacientes
otros trastornos ansiosos, trastornos afectivos o algún trastorno de
personalidad. (p. 416.)
Con relación a lo expuesto
anteriormente, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, 57.3%
de los individuos que sufren trastorno obsesivo-compulsivo no han recibido
tratamiento.
En otros casos, la
responsabilidad no recae solamente en el campo médico, sino en la propia
víctima del trastorno, es así como Ulloa et al afirma que muchos de los
pacientes que sufren este trastorno no acuden a tiempo a centros de salud
mental debido a que no están conscientes que sus síntomas pertenecen a una
enfermedad, están avergonzados o temerosos, piensan que no hay tratamiento,
están incapacitados por la enfermedad o temen a los efectos colaterales de los
medicamentos.
Por otro lado, quizás muchos
consideren que hay enfermedades mucho peores de tratar y que este trastorno es
un simple problema mental y por tanto no se le debe prestar la suficiente
atención, sin embargo, este es un
trastorno progresivo y puede resultar siendo aún más peligroso que otras enfermedades
porque no se le brinda la atención que merece o bien porque la persona no está
incluso segura si de lo que está padeciendo es una enfermedad o no y es debido
a esto, que la identificación oportuna del padecimiento para su diagnóstico y
tratamiento se convierte en un reto para la salud pública.
Es por este motivo que de
acuerdo a Ulloa et al, cuando existe sospecha diagnóstica de este trastorno, se
recomienda realizar una historia clínica psiquiátrica y médica general
completa. Además, expone que existen diversas entrevistas diagnósticas
estructuradas y semiestructuradas en psiquiatría infantil y de la adolescencia
y las describe como herramientas muy útiles para la detección y confirmación del
TOC.
El TOC puede estar además, altamente
relacionado a la genética, así a como Ulloa et al (2011) lo expone a
continuación:
Un reto adicional a la detección temprana
es la detección o al menos sospecha en familiares cercanos, dada la evidencia
que muestra que el inicio temprano (antes de los 13 años) de trastornos
psiquiátricos como el trastorno obsesivo-compulsivo confiere riesgos más altos
en familiares de primer grado, por su aparente mayor carga genética, y respuestas
más modestas a los tratamientos farmacológicos y psicoterapéuticos convencionales,
tal vez debido, entre otros factores, a la comorbilidad y a los intervalos más
largos entre el inicio de la enfermedad y su detección. (p. 416)
Tratamiento
Psicosocial
Un aspecto sumamente
importante de enfatizar en esta información dada por Ulloa et al y que muchas
otras fuentes no mencionan, es acerca de la importancia de brindar tratamientos
psicosociales que incluyen la psicoeducación y la psicoterapia.
Según Ulloa et al, la
psicoeducación comprende las medidas dirigidas a que el paciente y sus
familiares tengan conocimiento acerca de las características de la enfermedad,
sus causas y las opciones de tratamiento.
Los objetivos de la
psicoeducación de acuerdo al artículo: “Trastorno obsesivo-compulsivo en niños
y adolescentes: una revisión del tratamiento”, son los siguientes:
1. Mejorar el conocimiento y entendimiento del
TOC y sus implicaciones en la vida diaria.
2. Ofrecer posibilidades de
ajuste en el ambiente conforme al nivel de funcionamiento del paciente.
3. Ofrecer una guía para
facilitar y promover una interacción y patrones de conducta positivos padre-hijo.
4. Ofrecer una introducción
sobre cómo las modificaciones conductuales pueden aplicarse en el manejo de los
problemas de conducta.
5. Guiar e informar sobre los apoyos sociales,
educativos y de salud disponibles. Es la primera intervención que debe realizarse
una vez establecido el diagnóstico.
Además, se debe recalcar que
el tratamiento psicoeducativo es un tratamiento integral que está conformado no
solo por el paciente, sino por quienes le rodean. Así se reafirma a
continuación:
“Los modelos de intervención
psicoeducativa incluyen a los padres, los pacientes y a otras personas involucradas
en el tratamiento como los maestros”. (Ulloa et al. 2011, p. 417).
Se deben dar las razones por
las cuales los maestros también tienen que estar involucrados en este proceso
según Ulloa et al, y esto es debido a que ellos deben brindar apoyo al paciente
con TOC. Además, es importante que los maestros identifiquen las habilidades del
menor y hagan uso de ellas durante el día escolar, otorguen plazos mayores para
completar o terminar los trabajos escolares e incluso permitan que el
estudiante elija sus proyectos si tiene dificultades para iniciarlos, o que
llegue tarde a la escuela si los síntomas en casa lo retrasan. También se recomienda ajustar la cantidad de
tareas para prevenir que el paciente se abrume, evitando estresores académicos.
Todo este proceso de
psicoeducación, es también llamado Terapia Cognitivo Conductual (TCC) de
acuerdo a Ulloa et al.
CONCLUSIONES
A manera de conclusión, los
autores proponen la necesidad de sensibilizar tanto a la población general como
a los profesionales de salud que estarían con mayor probabilidad en contacto
con esta población. Esto, debido a que como ya se ha dicho, no se le da la
importancia que merece a este trastorno. Además, enfatizan que el tratamiento
debe incluir intervenciones psicosociales como la psicoeducación y TCC
desarrollados de manera integral.
Bibliografía:
Ulloa.R., Palacios. L.,
Rosario.T., Vera. S. (2011). Trastorno
obsesivo-compulsivo en niños y adolescentes: una revisión del tratamiento, de
http://www.medigraphic.com/pdfs/salmen/sam-2011/sam115c.pdf
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