martes, 11 de septiembre de 2012

Resumen #5 TOC


Trastorno obsesivo-compulsivo en niños y adolescentes: una revisión del tratamiento
Según Flores, Palacios, Rosario y Vera, el trastorno obsesivo -compulsivo (TOC) en niños y adolescentes es una enfermedad crónica caracterizada por obsesiones y compulsiones con mal pronóstico, que con frecuencia se detecta meses o años después de su inicio.
El hecho de que se esté enfocando este trastorno en niños y adolescentes es debido a que los adultos con TOC reportan que sus síntomas iniciaron durante la niñez; esto según Ulloa et al. Lo que indica que los trastornos no se dan solamente en una edad específica, sino que cualquiera los puede padecer.
Lo que si es importante rescatar, es que este trastorno es mucho más difícil de reconocer en los niños.  Es así como Ulloa et al (2011) lo afirma:
     A diferencia de las características del trastorno en los adultos, los niños refieren obsesiones con menor frecuencia, ya sea porque su nivel de desarrollo cognoscitivo no les permite reconocerlas como ideas absurdas y molestas o porque su contenido les causa temor. (p. 416).
Otro aspecto importante a tomar en cuenta es de dónde proviene el TOC, según Ulloa et al, el inicio del TOC ocurre alrededor de los 10 años de edad;  y afirma que en el 64% de los casos hay antecedentes familiares de la enfermedad y en 15% de los casos el inicio de los síntomas se asocia a un evento estresante.
Detección temprana
Un aspecto sumamente fundamental en cuanto a este tema, es que siempre se considera que los médicos son quienes tienen la responsabilidad de una detección temprana y oportuna de cualquier enfermedad. Sin embargo, para trastornos como este, se torna un poco difícil lo de oportuna y temprana detección. Así lo expone Ulloa et al (2011) en las siguientes líneas:
     A pesar de que ahora se reconoce al TOC como una enfermedad, la mayoría de los médicos generales, e incluso los profesionales de salud mental que trabajan en el primer nivel de atención, no están capacitados para detectarlo y diagnostican erróneamente en los pacientes otros trastornos ansiosos, trastornos afectivos o algún trastorno de personalidad. (p. 416.)
Con relación a lo expuesto anteriormente, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, 57.3% de los individuos que sufren trastorno obsesivo-compulsivo no han recibido tratamiento.
En otros casos, la responsabilidad no recae solamente en el campo médico, sino en la propia víctima del trastorno, es así como Ulloa et al afirma que muchos de los pacientes que sufren este trastorno no acuden a tiempo a centros de salud mental debido a que no están conscientes que sus síntomas pertenecen a una enfermedad, están avergonzados o temerosos, piensan que no hay tratamiento, están incapacitados por la enfermedad o temen a los efectos colaterales de los medicamentos.
Por otro lado, quizás muchos consideren que hay enfermedades mucho peores de tratar y que este trastorno es un simple problema mental y por tanto no se le debe prestar la suficiente atención, sin embargo,  este es un trastorno progresivo y puede resultar siendo aún más peligroso que otras enfermedades porque no se le brinda la atención que merece o bien porque la persona no está incluso segura si de lo que está padeciendo es una enfermedad o no y es debido a esto, que la identificación oportuna del padecimiento para su diagnóstico y tratamiento se convierte en un reto para la salud pública.
Es por este motivo que de acuerdo a Ulloa et al, cuando existe sospecha diagnóstica de este trastorno, se recomienda realizar una historia clínica psiquiátrica y médica general completa. Además, expone que existen diversas entrevistas diagnósticas estructuradas y semiestructuradas en psiquiatría infantil y de la adolescencia y las describe como herramientas muy útiles para la detección y confirmación del TOC.
El TOC puede estar además, altamente relacionado a la genética, así a como Ulloa et al (2011) lo expone a continuación:
     Un reto adicional a la detección temprana es la detección o al menos sospecha en familiares cercanos, dada la evidencia que muestra que el inicio temprano (antes de los 13 años) de trastornos psiquiátricos como el trastorno obsesivo-compulsivo confiere riesgos más altos en familiares de primer grado, por su aparente mayor carga genética, y respuestas más modestas a los tratamientos farmacológicos y psicoterapéuticos convencionales, tal vez debido, entre otros factores, a la comorbilidad y a los intervalos más largos entre el inicio de la enfermedad y su detección. (p. 416)
Tratamiento Psicosocial
Un aspecto sumamente importante de enfatizar en esta información dada por Ulloa et al y que muchas otras fuentes no mencionan, es acerca de la importancia de brindar tratamientos psicosociales que incluyen la psicoeducación y la psicoterapia.
Según Ulloa et al, la psicoeducación comprende las medidas dirigidas a que el paciente y sus familiares tengan conocimiento acerca de las características de la enfermedad, sus causas y las opciones de tratamiento.
Los objetivos de la psicoeducación de acuerdo al artículo: “Trastorno obsesivo-compulsivo en niños y adolescentes: una revisión del tratamiento”, son los siguientes:
 1. Mejorar el conocimiento y entendimiento del TOC y sus implicaciones en la vida diaria.
2. Ofrecer posibilidades de ajuste en el ambiente conforme al nivel de funcionamiento del paciente.
3. Ofrecer una guía para facilitar y promover una interacción y patrones de conducta positivos padre-hijo.
4. Ofrecer una introducción sobre cómo las modificaciones conductuales pueden aplicarse en el manejo de los problemas de conducta.
 5. Guiar e informar sobre los apoyos sociales, educativos y de salud disponibles. Es la primera intervención que debe realizarse una vez establecido el diagnóstico.
Además, se debe recalcar que el tratamiento psicoeducativo es un tratamiento integral que está conformado no solo por el paciente, sino por quienes le rodean. Así se reafirma a continuación:
“Los modelos de intervención psicoeducativa incluyen a los padres, los pacientes y a otras personas involucradas en el tratamiento como los maestros”. (Ulloa et al. 2011, p. 417).
Se deben dar las razones por las cuales los maestros también tienen que estar involucrados en este proceso según Ulloa et al, y esto es debido a que ellos deben brindar apoyo al paciente con TOC. Además, es importante que los  maestros identifiquen las habilidades del menor y hagan uso de ellas durante el día escolar, otorguen plazos mayores para completar o terminar los trabajos escolares e incluso permitan que el estudiante elija sus proyectos si tiene dificultades para iniciarlos, o que llegue tarde a la escuela si los síntomas en casa lo retrasan.  También se recomienda ajustar la cantidad de tareas para prevenir que el paciente se abrume, evitando estresores académicos.
Todo este proceso de psicoeducación, es también llamado Terapia Cognitivo Conductual (TCC) de acuerdo a Ulloa et al.
 CONCLUSIONES
A manera de conclusión, los autores proponen la necesidad de sensibilizar tanto a la población general como a los profesionales de salud que estarían con mayor probabilidad en contacto con esta población. Esto, debido a que como ya se ha dicho, no se le da la importancia que merece a este trastorno. Además, enfatizan que el tratamiento debe incluir intervenciones psicosociales como la psicoeducación y TCC desarrollados de manera integral.
Bibliografía:
Ulloa.R., Palacios. L., Rosario.T., Vera. S. (2011). Trastorno obsesivo-compulsivo en niños y adolescentes: una revisión del tratamiento, de http://www.medigraphic.com/pdfs/salmen/sam-2011/sam115c.pdf

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